Repito, repito y vuelvo a repetir. Un paso tras otro para llegar al mismo destino. En una travesía adornada por el bullicio de los grillos invisibles. De luces dinámicas que pretenden reemplazar las estrellas. De los momentos artificiales protagonizados por seres desmemoriados y sedados por sus propios ojos.
Repito, repito y repito. Cuánto anhelo olvidarte, me alegraría no haberte conocido.
Te alimentas de la fuente interminable y de vez en cuando, solo cuando me recuerdas, me escupes pequeños gargajos.
Quizá cuando el reloj en el páramo se detenga yo logre olvidarte. Solo ignorarte ignorancia me libraría de este embrujo.
Oro al dios de los que oran. Y pido al dios que me escucha que borre de mi existencia la realidad. Qué será de mí, pues, miedo le tengo incluso a mis pensamientos. Desconcertado al enterarme que una vez que naces debes vivir, que una vez que conoces debes pensar y que una vez sientes le temes la muerte.
¿Qué soy? Incierto es pues, y si lo dudo debo poner en duda la conciencia ajena. Cómo amo, pues, a lo que es, lo que será y dejaré ¿Cómo quiero lo que me da este mundo?